Por José Guadalupe Bermúdez Olivares
La actividad humana no se puede entender sin la cooperación, la sentimos natural en los grupos donde se vive el acto cooperativo, donde los participantes del colectivo actúan bajo un eje que les organiza y les lleva a mejores estadíos. Sostengo la tesis de que si incluimos el cooperativismo al sistema escolar, estaremos invirtiendo en una sociedad diferente, pero desde luego que no es sólo hacer cooperativas de alumnos, sino también de docentes, porque con esta filosofía se construye sociedad.
Buscar el origen de la cooperación nos remite a los valores humanos, donde además de la cooperación está la ética, el respeto al prójimo, la tolerancia, la bondad, la paz, la solidaridad, el amor, la justicia, la responsabilidad, la equidad, la amistad, la libertad o la honestidad, entre otros, valores que han evolucionado al paso de miles de años, basta imaginarse al hombre en su comunidad primitiva, cuando se organiza para salir a cazar y en el acto, debe de actuar sincronizado con los demás, con la conciencia de que su aporte es cooperación para lograr el propósito que le permitirá llevar comida a la tribu. Introducirnos en el estudio del origen de la cooperación nos remonta a identificar los comportamientos de la comunidad primitiva, actuaciones que nos convirtieron en humanos, es decir, establecieron las diferencias entre un animal y un ser humano, conocimiento que resulta necesario y grato para explicar lo que hoy se busca.
La cooperación, dice el diccionario, es el resultado de una estrategia aplicada al objetivo, desarrollado por grupos de personas o instituciones que comparten un mismo interés u objetivo. En este proceso generalmente se emplean métodos colaborativos y asociativos que facilitan llegar a la meta común. Con esta apreciación la sociedad se articula, pero cada quien desde su trinchera, cada quien con sus intereses y en alguna medida se coincide y se construyen planes comunes donde se comparten objetivos, pero no hay otro paso más que genere la naturalidad, la de una cooperación natural, donde no se acuerda sino que se entiende.
Llevar la práctica cooperativa a la escuela es un verdadero reto y una necesidad hacerlo, no solo en el método didáctico, que es cuestionable si genera sociedad capitalista, sino en una práctica real donde se vivan los valores y los principios, cuidados por los propios participantes. Hace años se procuraba que la cooperación se viviera en las escuelas, había cooperativas desde la escuela primaria, parcelas escolares donde los estudiantes se relacionaban con el campo productivo, hostalizas para conocer la planta y valorar lo que se consumía, entre otras cosas, pero todo se dejó caer y se pervirtió, la parcela escolar ya no existe y las cooperativas quedaron en el olvido.
Una cooperativa es parte de la economía social, como lo fue el ejido que discutía y tomaba decisiones colectivas sobre sus tierras, no solamente por el acto económico, sino que es social porque produce sociedad y no sólo utilidades económicas, porque genera valores de uso para satisfacer necesidades de los mismos productores o de sus comunidades –generalmente de base territorial, étnica, social o cultural– y no está orientada por la ganancia y la acumulación de capital sin límites. Porque vuelve a unir producción y reproducción, al producir para satisfacer de manera más directa y mejor las necesidades acordadas como legítimas por la misma sociedad (Coraggio, 2011).
Cuando un estudiante de cualquier nivel educativo vive el cooperativismo, aprende de la ayuda mutua, de la solidaridad, del respeto y otros valores humanos, en un acto concreto, su empresa que es su Cooperativa de ahorro o la de consumo donde compra sus alimentos; reunirse a analizar cómo ejercer la solidaridad en lugar de cómo hacerse de dinero a costa de lo que sea, es muy educativo, ya que rompe con lo que hoy es vigente socialmente: (1) Todo se vende y se compra en el mercado: el agua, la salud, la naturaleza, la dignidad, la libertad, el derecho a hablar, la educación, etc. (2) No tienes derecho a nada sino tienes dinero para pagar y (3) Ganar dinero a costa de lo que sea: corrupción, delincuencia, contaminación, violencia, explotación laboral, etc.
Vivir un acto cooperativo es entenderse más que acordarse. La Alianza Internacional Cooperativa (ACI) explica que el acto Cooperativo es un acto jurídico por el cual la cooperativa cumple con su objeto social respecto de sus asociados o de otras, para algunos es entendido como el acto realizado internamente entre las cooperativas y sus asociados, o por las cooperativas entre sí o con otros entes en el cumplimiento de su objetivo social, en cada uno de estos preceptos aparece el acto como acuerdo en proporción del objetivo. Entenderse, por su parte, deviene lo natural, porque ya no es necesario acordarse, sino sumarse a un esfuerzo que es evidente que otro está realizando. La concurrencia jurídica obliga a cumplir el acuerdo, el acto conciente aparece como algo intrínseco que guía el actuar cotidiano de las personas, hacia este acto es que deberíamos de avanzar.
En la comunidad primitiva no existía lo jurídico, posiblemente tampoco mediaba el acuerdo de cooperar por obligación, era natural, para lograr el propósito de la tribu, que se veía como una sola familia. El problema fue el cambio social al transitar hacia el esclavismo, cuando aparece la familia, la propiedad privada y el Estado, explicado excelentemente por Engels. Entonces “lo mío” podría ser coordinado con “lo tuyo” para lograr un objetivo juntos, es decir aparece una distancia entre los seres humanos, es una distancia de propiedad, de lo que sentimos nos pertenece y que puedo negociarlo con otro para tener lo que deseo.
Ese poder de la persona, individual, egocéntrico, cautivador, competidor, etc., puede unirse a otro poder y conformar una fuerza, pero siempre bajo un instrumento legal o acuerdo, muchas de las veces acuerdo tácito que deriva en un escenario mejor, que no es malo, pero no es lo natural, lo deseado, porque permea la distancia del uno y del dos. Transitar por el camino de la cooperación debe de llevarnos a la reflexión de avanzar en la colectividad hasta verlo natural. “Te ayudo aunque no me pides ayuda, porque veo que necesitas y puedo cooperar para que lo logres”, en esta frase no hay un acto jurídico, sino un acto cooperativo, solidario, humano.
Dice Pozo en Más allá del cambio conceptual que el cambio conceptual es algo más que un cambio de conceptos, algo en lo que también concuerda otros psicólogos sociales y del aprendizaje, que el cambio conceptual es la reestructuración mental que implica no sólo la sustitución o modificación radical de los conceptos o ideas de las personas sobre los fenómenos o actos naturales o sociales, sino sobre todo un cambio en la forma de concebirlos, es un cambio concepcional más que conceptual; el cambio conceptual implicaría un cambio en los procesos y representaciones donde también implica una concepción de hombre y de sociedad.
Por eso valdría la pena impulsar el cooperativismo como doctrina en todo el acto social, empezando por la escuela y así construir cambios de fondo para una sociedad a la que aspiramos, por un mundo mejor.
Referencias
Coraggio, J. L. (2011). Economía Social y Solidaria: El trabajo antes que el capital. Editorial Abya-Yala.
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