José Guadalupe Bermúdez Olivares
Los eventos públicos son ocasiones privilegiadas para reunir elementos que nos permiten interpretar la realidad que nos interesa transformar. Asistir a ellos implica realizar un ejercicio de lectura situada, una lectura que moldea la manera en que pensamos, sentimos y actuamos en sociedad. A la vez, esa realidad es percibida a través de los lentes que nos da nuestra propia manera de pensar, nuestra posición en el mundo. Como bien señaló Paulo Freire: “Nadie lee el mundo desde la nada; siempre lo hacemos desde un lugar social.”
Este texto surge a partir de mi participación en el 1er Encuentro Nacional de Economía Social, convocado por el Gobierno de México y encabezado por el Secretario de Economía, Marcelo Ebrard Casaubon, los días 29 y 30 de julio de 2025 en la Torre Ejecutiva de la Secretaría de Economía. El evento se desarrolló en el marco del Año Internacional de las Cooperativas, y fue dirigido especialmente a las Sociedades Cooperativas del país. Como Unión Estatal de Cooperativas de Michoacán, acudimos junto con los demás miembros del Consejo Superior del Cooperativismo (COSUCOOP).
Uno de los momentos destacados fue la inauguración, en la que participaron representantes de diversas dependencias federales y del poder legislativo. Se señaló, con énfasis, que era la primera vez que un secretario de Estado presidía un evento nacional dedicado exclusivamente al movimiento cooperativo. Este gesto institucional, sin embargo, contrasta con otras señales del entorno político reciente que conviene tener en cuenta para una lectura más crítica.
Entre los antecedentes relevantes está la reforma a la Ley General de Sociedades Cooperativas (LGSC), publicada en abril pasado, así como la instalación de mesas de trabajo en la Cámara de Diputados, en coordinación con la Comisión de Economía Social, donde se han recibido opiniones de organizaciones cooperativas nacionales sobre legislación, reformas fiscales, programas sociales y otros temas que afectan positiva o negativamente al sector.
Otro hecho clave fue la reciente publicación, el 24 de julio, del reglamento operativo de la LGSC por parte del Instituto Nacional de la Economía Social (INAES). Este reglamento establece un sistema electrónico nacional para el registro de cooperativas, lo cual, en principio, es parte del proceso administrativo encargado en la Ley, sin embargo, el COSUCOOP expresó observaciones importantes que no fueron tomadas en cuenta. Entre ellas, la preocupación por el burocratismo excesivo que afecta especialmente a las cooperativas de producción, y que entra en contradicción con el discurso de la propia presidenta de la República sobre simplificación administrativa. Además, el INAES va más allá de lo que establece la reforma legal, al exigir no solo el registro, sino también un proceso de certificación de la organización cooperativa, no del producto, cuando debería de ser parte de un requisito para acceder a la proveeduría del Estado.
En este contexto, resultó significativa la ausencia de la titular del INAES, Caty Monreal, en un evento federal convocado precisamente para y con las cooperativas. Su ausencia envía un mensaje difícil de ignorar: ¿por qué no estuvo presente la funcionaria que encabeza una institución nacida, precisamente, a partir de las demandas históricas del cooperativismo mexicano?
En contraste, el secretario Marcelo Ebrard reconoció el papel de las cooperativas en la economía nacional, aunque admitió que actualmente solo cuenta con un encargado del área —Luis Gutiérrez— y sin presupuesto asignado. Expresó que este evento serviría como base para llevar a la presidenta Claudia Sheinbaum propuestas concretas donde se involucre la Secretaría de Hacienda y, por fin, se destinen recursos a este sector estratégico.
Un discurso destacable fue también el de la representante del gobierno de la Ciudad de México, quien se autodefinió como cooperativista, declaró su simpatía por el Cruz Azul y por la cooperativa Pascual —haciendo alusión a dos de las cooperativas más emblemáticas del país—, y subrayó que en la capital se destinan recursos para el nacimiento y fortalecimiento de cooperativas, como una forma de construir convivencia, paz y armonía social, evocando aquel ideal de “Ciudad de la Esperanza” impulsado por Andrés Manuel López Obrador.
Ante estos tres registros —la ausencia de Monreal, la intención de Ebrard de impulsar recursos para el sector y el respaldo activo del gobierno de la CDMX— surge la pregunta central de este artículo:
¿Cómo leer estos gestos y omisiones desde la perspectiva de quienes vivimos el cooperativismo desde abajo, en los territorios, organizando, produciendo y resistiendo?
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