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Pepe Mujica y el cooperativismo: construir un mundo mejor desde lo común

by | May 14, 2025 | Artículos

José Guadalupe Bermúdez Olivares

En un tiempo donde los grandes discursos parecen vacíos y la desigualdad se ensancha, las cooperativas resurgen como una alternativa concreta, ética y transformadora. En ese mismo horizonte de sentido, la vida y las ideas de José “Pepe” Mujica ofrecen valiosas lecciones para quienes creemos en la economía social y solidaria.

Pepe Mujica no es solo una figura política o un personaje carismático. Es un testimonio viviente de que se puede servir, construir y luchar sin renunciar a los principios. Su historia y su ejemplo dialogan profundamente con los valores cooperativos: la solidaridad, la ayuda mutua, la equidad, la democracia, el compromiso con la comunidad y el respeto a la naturaleza.

Aquí compartimos tres enseñanzas clave de Mujica que pueden fortalecer la práctica y el horizonte del cooperativismo en América Latina y el mundo.

1. Vivir con coherencia: ética del servicio y liderazgo horizontal

La vida de Pepe Mujica ha sido una lección continua de coherencia ética. Desde su juventud militante, pasando por los años de prisión y sufrimiento, hasta su etapa como presidente de Uruguay, nunca dejó de sostener una práctica política basada en la honestidad, la sencillez y el compromiso con los más humildes.

Este tipo de coherencia es fundamental para el movimiento cooperativo, que no puede limitarse a un discurso sobre valores solidarios, sino que debe encarnarlos en la práctica diaria. Cuando una cooperativa promueve la ayuda mutua pero al interior reproduce jerarquías rígidas o relaciones desiguales, pierde legitimidad. Cuando un dirigente cooperativo predica la equidad pero privilegia sus intereses, el proyecto se desdibuja.

Mujica enseñó que liderar no es mandar, sino servir con humildad y transparencia. Su estilo horizontal, su forma de hablar claro, sin adornos, sin poses, es inspiración para un liderazgo cooperativo que no busca protagonismo ni acumulación de poder, sino que construye desde abajo y con todos.

En este sentido, las cooperativas tienen la oportunidad —y la responsabilidad— de formar liderazgos éticos, colectivos, solidarios, que se guíen por el ejemplo y la cercanía, no por el control. La coherencia no es un valor moral abstracto: es la base de la confianza comunitaria que sostiene a cualquier proyecto cooperativo verdadero.

2. Cuestionar el modelo: consumismo, economía solidaria y sostenibilidad

Uno de los ejes más potentes del pensamiento de Mujica es su crítica profunda al modelo económico dominante. Denunció una y otra vez que el actual sistema, basado en el consumo compulsivo, la explotación de los recursos y la acumulación sin fin, es incompatible con la felicidad humana y la salud del planeta.

Sus palabras son especialmente relevantes para el cooperativismo, que a menudo debe resistir las presiones del mercado convencional para no convertirse en una empresa más, guiada solo por la rentabilidad. Mujica nos invita a redefinir la noción de bienestar, no como acumulación material, sino como calidad de vida, tiempo libre, comunidad, vínculos humanos y equilibrio con la naturaleza.

Desde esta perspectiva, las cooperativas no deben buscar solo eficiencia productiva o crecimiento económico, sino también justicia social, equidad ecológica y cultura del cuidado. Deben convertirse en espacios de aprendizaje colectivo donde se construyan formas alternativas de consumir, producir, distribuir y habitar el mundo.

La economía solidaria, de la cual el cooperativismo es pilar fundamental, tiene en sus manos el desafío de demostrar que otro modo de vivir y trabajar es posible. Y Mujica, con su vida austera y su mirada crítica, nos recuerda que la verdadera riqueza es tener lo necesario para vivir bien con los demás, no a costa de ellos.

3. Apostar por lo común: organización, participación y esperanza activa

Para Mujica, el cambio no se decreta desde arriba ni depende de líderes iluminados: nace de la capacidad de los pueblos para organizarse, cooperar, resistir y proponer alternativas desde lo común. Esta visión está en el corazón del movimiento cooperativo.

Una cooperativa no es solo una unidad productiva o comercial. Es, ante todo, una forma de autogestión comunitaria. En ella, las personas deciden juntas, asumen responsabilidades colectivas y crean estructuras democráticas donde cada voz cuenta. Mujica insiste en que la esperanza no es pasiva ni ilusoria, sino una práctica construida en lo colectivo.

En tiempos de fragmentación social, de individualismo y desconfianza, el cooperativismo tiene un papel urgente: reconstruir la comunidad, reactivar la participación y dignificar lo común. Las cooperativas deben ser semilleros de ciudadanía activa, espacios donde se aprende a deliberar, a planear juntos, a compartir el riesgo y el fruto del trabajo.

Además, Mujica reivindica el valor del tiempo, de la lentitud, del contacto con la tierra. Las cooperativas, sobre todo en el ámbito agroalimentario y de proximidad, pueden liderar una transición hacia formas de vida más sostenibles y humanas, donde el trabajo no sea una condena, sino una construcción colectiva de sentido.

Apostar por lo común, como nos enseña Mujica, es también apostar por el largo plazo, por la educación, por la conciencia crítica y por la esperanza que no se rinde.

Construir desde lo pequeño lo que soñamos en grande

El legado de Pepe Mujica no está en grandes obras ni en poderosos discursos. Está en su coherencia de vida, su mirada crítica del mundo y su fe en la organización popular. Para el movimiento cooperativo, su vida es espejo y brújula.

Cada cooperativa, por pequeña que sea, puede ser una semilla de otro mundo. Cada asamblea, una práctica de democracia real. Cada producto, una expresión de economía ética. Mujica nos recuerda que no hay revolución sin ternura, ni transformación sin comunidad.

Hoy, más que nunca, su ejemplo nos anima a seguir construyendo desde lo común, con paciencia, con alegría y con rebeldía lúcida, un mundo más justo, más humano y más vivible para todos.

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